22 diciembre 2006

Nivola

"Voy a escribir una novela, así como se vive, sin saber lo que vendrá"

Cuidado, que la imprenta es traicionera, le dijo Arturo a Elisa, mientras ella miraba maravillada el correr de las prensas y la estruendosa producción en serie de la imprenta donde trabajaba Arturo. El era un tipo tranquilo, mas bajo que la media nacional, carismático pero no tanto, acostumbrado a lidiar con papeles, prensas, tintas, rollos, pero sobre todo ideas. El quehacer de una vida junto a la imprenta le generó un gran sentido del orden y, digamos, de la compaginación.

No cabe juzgar a nadie con el dedo en estos tiempos, así que me remitiré a decir que su moral se basaba principalmente en su esposa, y en un deseo de siempre de ponerse con una pequeña tienda de libros, ojalá en un lugar templado, donde fuese fácil mantener a raya su soriasis.
Elisa, ella era una dama, cursó hasta segundo medio de un liceo fiscal, pero tenia una mente inquieta, ávida de fantasía y curiosa, era de esas mujeres exquisitas, de las que quizás no son bellas en extremo, pero que son como el viento de primavera, o una caricia suave, de ojos siempre abiertos y sorprendidos (acá paro con la descripción).

Se conocieron entre libros, en una biblioteca en Santiago centro, un día de calor extremo, de esos sofocantes de Compañía en Enero a las tres de la tarde, escapando ambos, de distintas cosas, pero escapando.

Elisa gustaba de decir que la vida era escapar, y que ella adoraba ser la fugitiva, escapando de los avisos comerciales, de la coca cola, de los demócratas, en cierto modo siempre escapaba de la ciudad gris, de las manos en los bolsillos o por último, del caminar mirando el suelo, como lo hacen todos. Siempre buscaba las Iglesias, aunque no había definido si en realidad creía en algo parecido a lo que llaman Dios, pero sentía como entre las paredes de los templos se guardaba una solemnidad, difícil de encontrar entre tanta micro y tanta vida urbana. Por la misma razón, también frecuentaba plazas de niños, bibliotecas y derrepente, uno que otro parque.

Arturo escapaba por su parte, del sol endemoniado que laceraba aún mas su cara, de la avalancha de ideas inconclusas que siempre poblaba su cabeza, escapaba de la esposa de su jefe, que divisó dos cuadras antes.

Para él, la vida era un río en el que siempre se nada en contra, sobretodo para él, que perdió a su madre cuando era pequeño, mientras que su padre era demasiado soñador como para prepararle a la vida (quizás incluso el mismo no estaba preparado), por lo que cada golpe fue una enseñanza, como se diría, el era un experimental, moldeado por la vida como esos platos chinos...
-Disculpa, sabes donde esta el libro de Chejov, ese mmm, como era..
-Puede ser los campesinos, es su obra mas conocida.
-Si, .. si, creo que así se llama.. ¿sabes donde está?
-Creo que en el siguiente estante (treta barata para mirarle el trasero)

Encontrarse en el río amplio de la vida con una muchacha bien parecida que sigue los mismos afluentes que uno es, por decirlo menos, agradable, por lo que no se debe dejar escapar las oportunidades así de fácil.
-Señorita, ¿puedo hacerte yo ahora una pregunta?
-Ya me la has hecho, pero si quieres te concedo una mas.
A ambos el tono cordial de la conversación les agradaba
-Bueno, ¿que buen naturalista me recomiendas?, yo pensaba en Carver, pero quizás tu me puedes "guiar" mejor..
no prohibió el dejo de coquetería que conllevaba la frase, incluso lo realzó.
-Jaja, disculpa, pero leo mas por intuición que por movimiento, pero te puedo decir que Carver es una buena elección, en la búsqueda del realismo, además, quizás es interesante tratar de encontrar las trazas de Lish entre Carver, ¿no crees?
-Si, esa es una realización de una idea genial, como en Orbius tertius, las obras debiesen ser anónimas, total, la mitad de la obra es su lector, con toda su vida a cuestas. ! El que repite una línea de Shakespeare, es Shakespeare¡; en ese sentido Lish fue un iluminado.
-No lo se, me parece poco encomiable eso de ...

*mientras decía eso, solo por contrariarlo, inclinó levemente la cabeza, se mojo los labios y se apoyó de espalda en un estante, el con el vaivén de su vestido y el tono de sus labios húmedos, perdió el hilo, ella seguía su monólogo, el era un baño de hormonas, hasta que al fin, ella lo miró con cara de pregunta...
Lo que dices tiene algo de cierto, pero creo que podríamos conversarlo mas cómodamente en otro lugar...

Mm, no puedo salir con extraños..
-mi nombre es Arturo, y me gusta pensar en la vida como un río...
-yo soy Eliana, y creo que puede ser interesante un café contigo.

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