12 julio 2006

Perros comunistas

Es bien sabido que lo que le sucedió a la Moneda no es tal, su caída, su devaluación, fue por razones muy distintas a las que aducen fantasiosos con ansias de llanto y holocausto.

Garrapatas las hay en todo el mundo, sino pregunten a los ganaderos de Carolina del Norte, cuyos abuelos tuvieron que mamarse la fiebre de Texas, que asesinaba a sus pobres vaquitas. Esta garrapata era menos intelectual que la que les referiré en unas líneas más. La espiroqueta que transmitía, era la responsable de licuar la sangre del ganado. Burda.

Año 1971, Santiago de Chile. Es sabido que las garrapatas abundan en Chile, es sabido que la cordillera ha sido una gran barrera no tan sólo cultural, sino que evolutiva, es claro que el genotipo del chileno es tremendamente sofisticado. Para matar al pueblo chileno hay que ser muy sutil. Prueba de ello es que las espiroquetas (parásitos microscópicos bravucones) que habitan a las garrapatas de Chile, no obtienen su éxito existencial adelgazando la sangre del huésped animal de baja escala evolutiva. En realidad, éste medio lo usan para aumentar la masa de sus ciudadanos, para aumentar la frecuencia de mutaciones positivas a su especie, para hacer aún más letal su plan maestro: infectar de comunismo a los seres humanos.

La inteligencia militar chilena denunció el hecho a la ONU, a Brasil, Argentina, y finalmente al patrón Estados Unidos. No les fue difícil concluir que estos bichos eran los portadores del comunismo. Los indicios son claros, decían, el movimiento de preocupación comunitaria, sindicatos, intelectualoides, y finalmente células comunistas se daban en las poblaciones, cuyas cedes estaban en pisos de tierra, compartiendo codo a codo con los mentados parásitos. La inclusión al movimiento de la clase alta se explica fácilmente, pues estos contraían la enfermedad después de unas cuantas visitas “instructivas” a tales pocilgas.

El padre Hasbún, obviamente un gran conocedor de los fenómenos de la ecología, sentenció: “El comunismo es una doctrina intrínsicamente parasitaria”. Como vemos, su argumento tenía una base profunda. Otro buen ejemplo del conocimiento de los momios es cuando gritaban: “Perros comunistas”, claro, era muy probable que los perros fueran comunistas.

Pero volvamos a 1971. Estamos en Chile, no en Ucrania. Bueno, es sabido que las almas sensibles y correctas no dejan de sentir un poco de escozor al enfrentarse a un arácnido, ya sea por que éste le genera una repugnancia atroz, ya sea por que le da una pena enorme aniquilarlo, sobre todo de manera masiva. Puesto que esta aniquilación de garrapatas en grandes proporciones fue la meditada solución al entuerto (se nos financió amablemente), hubo la necesidad de contar con el mando de un alma de poca rectitud moral, escasa reflexión y mucha ambición. Desde las sombras de 1971 se le contactó para que comenzara la matanza silenciosa de garrapatas en todo Chile. Para 1973 estaban prácticamente todas muertas, tan solo quedaban algunos infectados, enfermos cuyos síntomas se iban diluyendo lentamente, excepto contadas excepciones en cuya sangre la enfermedad blandía con una fuerza indomable.

Augusto Pinochet siempre sintió un profundo odio hacia las garrapatas, su madre confidenció que una vez el pequeño “Augustito”, de tan sólo nueve años, se perdió en el campo por más de dos días. Toda la estancia se movilizó en su búsqueda, hasta que un arriero lo encontró tirado en el pasto, con evidentes síntomas de hipotermia y deshidratación, aullaba, gemía, y la única frase que dijo fue: “Vine por ellas, succionaron mi sangre, ahí están todas muertas, lo logré”. Según su propia madre, la cabeza de augustito comenzó a girar sobre su propio eje, “Yo calculo que giró en unos 540 grados”, decía su madre, después agregó, “siempre hacía sus gracias”.

Cuando el joven Salvador Allende realizaba su internado de medicina, tuvo que enfrentar situaciones tremebundas. Cuenta la leyenda, que su situación más crítica y a la vez gratificante, en el ejercicio de su labor curativa, la vivió de la siguiente forma. Juan Salgado, auxiliar de una famosa ferretería del centro de la capital, había caído de unos cinco metros de altura, producto de intentar ordenar la estantería de las lijas para mármol, su cabeza azotó fuertemente al caer casi de lleno desde esa altura. Su apariencia no era tan fatídica, pero el joven Salvador supo que la cosa no era fácil cuando detectó que la presión intra-craneana iba a estallar. ¿Qué podía hacer un joven inexperto y sin los implementos adecuados como estaba él en esa ocasión?. Misteriosamente, y por un llamado de lo profundo de su psiquis, el joven Salvador extiende su mano, la dirige con convicción, casi con el espíritu, y toca con el índice de su mano derecha la cabeza del pobre y moribundo Juan Salgado. Cuando los ojos terribles del enfermo perciben el gesto, miles de garrapatas ya le están llenando la cabeza, una tras otra, succionando cantidades descomunales de sangre. Desde las cavidades más inverosímiles, sus fosas nasales eran centro de operaciones de estos cirujanos de precisión extrema.
El joven Juan Salgado, salvó su vida, pero pagó un precio muy alto, contrajo el comunismo.

La CIA conocía cada secreto de las garrapatas. En realidad estos seres no pensaban por sí mismos sino que la inteligencia surgía en el interactuar de cada uno de ellos con el resto. Sabían que el señor Salvador Allende, presidente de la república de Chipre (para ellos daba lo mismo), una vez en el poder, y en un misterioso día de mitad de año, sería picado por la reina de las garrapatas, adquiriendo el comunismo, una fuerza fuera de este planeta. Con mucha astucia, dinero y sangre, determinaron el día en que tal sacrilegio ocurriría. A Pinochet se le confía a él todo el éxito de la operación. Su misión era evitar a toda costa que la Reina mordiera al presidente. Allende no podía entrar a la realeza siendo un comunista. Pinochet tanteó el terreno desde la madrugada de aquel día gris. Se preocupaba, no se decidía a atacar, pues pensaba que aún había muy poca gente inocente dentro de la Moneda. Al no poder conseguir el insecticida adecuado, decidió que lo más sensato era arder la moneda, así y sólo así la garrapata moriría, junto con toda su descendencia. Ejecutó el oprobio, la matanza, hizo el trabajo sucio que todos le entregamos. Yo estoy en mi celda, miro esto con distancia. El mismo Pinochet me encerró, es que yo sé que el no hizo bien su labor. La garrapata reina logró huir, pero producto del estrés y la radiación calórica, su genoma, y el de sus crías, se modificó irremediablemente, nunca volvería a ser la misma, el comunismo se transformó en algo raro. Yo, que ya no sé en qué creer, no sé que es mejor.