26 enero 2006

Malestar de la Conciencia

Daniel vivía todos los días como una serie de televisión: la misma ropa; la misma rutina, las condiciones de su pieza parecían no cambiar jamás, la misma gente dentro de la casa. Salía de casa para saludar a los mismo vecinos de la misma manera. Su concepto de vida era un sinónimo de monotonía. Todo eso estuvo bien por un tiempo, pero luego, mente utópica e idealista, empezó a sospechar de las circunstancias, negándose a lo visto todos los días. Comenzó a seguir los mismos pasos todos los días, en su salida hacia el colegio, fijándose en la hora, gestos, ubicación, asombrosamente viendo la misma gente día a día. Un día se quedó dormido y tuvo que salir corriendo de la casa una media hora más tarde de lo habitual. Vio cómo, además de la gente y las condiciones atmosféricas, la sensación era distinta, entonces concluyó que la vida es distinta a cada minuto, pero igual todos los días.

Unos días después trabó amistad con unos vecinos –vecinas- con quienes se juntaba por las tardes a escuchar música y cocinar cosas dulces. Al compartir apreciaciones –cosa habitual en cualquier tipo de relaciones- se dio cuenta que las suyas acerca del paso de los días no eran compartidas por las niñas, a quienes luego de un incómodo momento de ojos incomprensibles e incomprensivos, dejó de ver los días siguientes. Después de algo así como una semana volvió a visitarlas, sin antes asumir que la vida es un algo dinámico, monótono, pero personal.

Cerca de un año de compartir con las chicas –a plena conciencia y autocontrol-, una de ellas entró a estudiar en una universidad cercana a la suya, por lo que comenzó a irse por las mañanas con ella. Esta chica, llamada Eva, tenía el poder suficiente sobre Daniel, de manera que sus viajes y salidas dejaron de ser las mismas. Al principio fue por la despreocupación de Eva por la hora; luego por las cosas que ella hacía en el camino –no le gustaba irse por el mismo lado, encontraba cada día una maravilla a la que había que apreciar por un buen rato-; pero por lo más importante –cosa que se dio cuenta cuando era demasiado tarde- era que su pulso cambiaba al estar ella cerca. Entonces definió la vida como algo dinámico, a veces monótono, personal y dependiente de las personas que están a tu alrededor.

Era imposible para Daniel olvidarse de lo material, no podía distraer su mente de tal manera de no darse cuenta de lo que pasaba frente a sus ojos. Se dio cuenta de su extrema conciencia cuando, en medio de una profunda y creativa conversación acerca de los motivos líricos de unas canciones de los Beatles, Eva iba bajando la intensidad de sus palabras y comenzaba a ver cómo proliferaban las palabras de la boca de Daniel, quién miraba extrañada a Eva, pero continuaba con su perspectiva. Eva apoyó sobre las piernas de él su nuca, direccionando la conversación desde los sicotrópicos, pasando por el contexto político, social, y grupos anteriores a ellos, para llegar al amor, de donde esperaba con ansias las palabras de Daniel, ansiando ese momento en que la realidad se une con la imaginación y donde, concretamente, Daniel se declarara ante ella. Esperó lo suficiente, más de lo suficiente, pero las palabras fueron las indiferentes y multidireccionales de siempre. Momentos después se levantó de donde estaba, rompiendo el hechizo –bajo el que solamente ella estaba-, e iniciando el camino a casa. Daniel notó un brusco cambio en las maneras de Eva, y ya no esperaba para llegar a casa a analizar el asunto. Mujer impaciente y resoluta, Eva clasificó a Daniel como "sin futuro" y continuó en la eterna búsqueda del acompañante.

A las semanas después, cuando Eva se había liado con un compañero –con el que luego terminaría haciendo una familia-, Daniel concluyó definitivamente que la "vida es frenéticamente dinámica, monótona sólo para mí, dependiente solamente de ella".

19 enero 2006

Oda a Bonilla (La ciudad Grita 1)

Definitivamente me gusta el sol, el resplandor alto que agota mis poros al
caminar despacio, el que obliga a fruncir el ceño suavemente; también los
caminos rectos, que me avisan que avanzo, lejanos, que ojalá se pierdan
de vista...

mE GUSTARiSa PsoDER EScRIBRiR CNAMianando, pEroo NoESs
SattISdFacTORiso

El sol, el sol tiene carácter, obvio no es el único, algunos (algunas sobre
todo) les ha de gustar la lluvia, por todo su cuento maternal, el agua que da
vida y quien sabe que, a mi me gusta el sol, sol que tiñe el campo de trigo
amarillo, pal rico pan amasado calentito con mantequilla..

Me gusta, NO!, me agrada la sucesión de árboles que siguen mi paso, que
el viento golpee en las hojas semiperennes amplias como una palma y
verdes como ellas mismas, emulando una aclamación, un vitoreo natural
por sonreír.

No me gusta Cobreloa, a pesar de que sobreabunda en sol, pero si me
gusta el Sunshine, el pasto verde sobre el cual camino, regado por una
manguera negra con orificios pequeños, que regalan arco iris cada algunos
pasos.

Me gusta caminar en verano bajo la sombra, sentarme en el asiento
naranjo del metro y cohibirme al ver que miran lo que escribo
no me gusta el olor a perro muerto
no me gustan las micros amarillas
no me gusta el olor a perro muerto.

...el sonido del metro subterráneo, como un rió discontinuo que acarrea
ilusiones y frustraciones
me gustan las mujeres de petos rojos...Ehhhh, ya no

Me gusta la estación Pajaritos,
no es especialmente grande
no es especialmente bella
tiene 2 kioscos
uno mas al oeste
otro menos
tiene hoy
una linda locataria

y un suave olor a sueño
con expreso dirección costa