31 diciembre 2005

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La creación es la voz del Verbo,
y todas las criaturas son
como un coro de voces
que va repitiendo este mismo Verbo.
Santo Tomás


De pronto, aparecí en una sala (creo que es eso) blanca, típica, de esas pintadas color silencio, ventanas tan amplias como un punto, esquinas tan acogedoras como las manos de quien no recuerdo mas que por sus pies. Recordé como hablar, y mis palabras tiñeron el aire de imágenes, pronuncié el primer poema de los dones.

Gracias, a los escondidas voluntades
solapadas tras sacos de sueño
por presentarme acá
por el lenguaje olvidado se tiempo
por la rosa que palpo y no tiñe
por la fugacidad de una mañana
por recuerdos que tengo y no me acuerdo
por esta soledad que me purifica del ser
y el ser que divaga en la mañana...

El lugar en principio fue sorprendente, luego de unos segundos, era familiar, el pronunciar palabras de mi boca, producía, como ya lo dije antes, imágenes momentáneas sobre las paredes, pronto descubrí que cada palabra se proyectaba no solo en imágenes, sino también en sentimientos sobre mi, por ejemplo, al decir amor, me sentía un poco enamorado, ese descubrimiento fue tan sorprendente que me hizo repetir la palabra cerca de infinitas veces, luego, decidí repetir también la palabra odio, dolor, sufrimiento, y muchos sinónimos, para percibir matices de sensación. Estuve en este lúdico juego bastantes tiempos, hasta que la maravilla tocó nuevamente la puerta inexistente de mi saloncillo.
En un momento que no recuerdo con detalles, escribí con sangre sobre el piso, algo parecido a un nombre, luego descubrí que era el mio, luego del acto, divisé que se acercaba a mi una silueta.
La tercera maravilla palpitó cuando descubrí que esa persona era yo mismo, en otro lugar, en el mismo tiempo, tan real como todo en ese lugar. Como una forma de romper el hielo, decidí omitir el pronombre tú, ya que el yo suplía todas las necesidades.
También descubrí que el acto de escribir, al ser mas eterno que el de solo pronunciar, hacia que los objetos evocados permanecieran por mas tiempo a mi lado y escribí el segundo poema de los dones:

Escribo por la pluma que tiñe mi libreta
sobre un universo de luz y lugares
recto por reglas generales como mis suspiros
escribo y beso la noche alta y el día blanco
sobre la tierra que es afán de mi belleza
el día que pasa
el cielo y la tierra
la tierra y el mar
el mar y sus criaturas
que crecen amparados en la luz del sol
y sobre los tiempos pasajeros
Escribo y amo
porque hombre y mujer los creé..

Al séptimo tiempo, hube de descansar

13 diciembre 2005

Negro color Rojo

Pesa la carga, negra en mi hombro
de una frustración vestida de negro
cantando negros réquiem en deshonor
de mi vida, también negra

Camino en callejón oscuro
rodeado por las paredes de mis miedos
infranquables como ánimo
tan incólumes, como el negro.

Muerte y vida ya no me aceptan,
la una me abandono guiñandome un ojo, negro
la otra me robo los calzones
negros de desden y desuso

Aunque a veces sueño con luces
lejanas, difusas, de una vida que me perteneció
luces de estrellas en cielo negro
estrellas al fin, negro al comienzo

Ni para culpar alcanzan, estas monedas negras
nada que decir, de este negro carbon
que entrega un humo negro y espeso
de calor y magia, también bastante negra

Porque negra es la pobreza,
que abate y tiñe las negras caritas
de niños que pelean pa no verla tan negra

Porque negra es la ausencia
la suya, su madre, su hermano o el perro
pero espesa y viscosa es la propia, hermano

Porque cuando uno no esta lleno ni de sus mismas
negruras, invade la negra noche y tiñe el alma de negro color caca
caca que su palito mi amigo
no sacara nunca de su charol zapatito
tambien negro
como la oscura tinta
del negro lápiz
en la oscura paciencia
de la apagada pieza
cobija del oscuro carácter
que toma,
ahora la blanca pistola
y tiñe, de rojo color salpicón
este escrito.....


10 diciembre 2005

Comentario

Quisiera que las siguientes tres palabras abran el debate acerca de la concepción que tres libros sustentan de ellas. Las palabras son: Ego, Tedio y Realidad. Según una postura muy razonable, no tiene ningún mérito sustentar el argumento de cualquier libro en base a cualquier palabra, puesto que el acto narrativo, en la medida en que ocupa un par de párrafos está ya usando la biblioteca universal, más aún, en la medida en que una sola palabra es usada, estamos ya ante el presente, el pasado, y el futuro, ya que de alguna manera todos los fenómenos se ligan de formas más o menos sutiles con la palabra, cualquier palabra. En este sentido asociar un concepto a un libro no es gran cosa, pero ¿quién es tan exigente?

Se puede argumentar que el Ego es un motor de vida, puesto que las ambiciones que genera, ciertamente nos hacen realizar las modificaciones necesarias en nuestro entorno. Sin embargo eso es darle al concepto una envergadura que no tiene, la actitud “egoísta” no es más que el anverso, la otra cara, del altruismo, la mutua cooperación, forman parte del mismo acto, me cuido tanto como al otro. Es natural velar por el bien propio, pero eso no es Ego, en el sentido peyorativo que estamos analizando. Desear más de lo suficiente define mejor el concepto de Ego, de allí parte. Es brumosa la idea puesto que lo que sobra y lo que calza en nuestras vidas es un dilema diario, por lo cual cada persona es presa del Ego en la medida de su sistema moral. Librarse del ego parece un problema insoslayable. Este nos mantiene tensos, ruborizados, acomplejados, y sin merecerlo nos aleja de las ventanas de felicidad que la vida parece ofrecernos, a veces el Ego es como un cartel que le anuncia al mundo que también somos miserables. La lucha diaria más común es la que hacemos frente al Ego, pero el de los demás, tratamos de arrancárselos, es peligroso para nuestros intereses. La lucha más difícil, la menos común, y la más lógica, es la que hacemos frente al ego propio. Quemar el ego, es paso constante y fundamental en el creyente, al menos el cristiano, “Niégate a ti mismo, y sígueme”, suena muy parecido a “Deja de reclamar, y confía”, creo que las razones por la cual desconfiamos tienen mucho que ver con el Ego, más de lo que parece. Bueno, en esa línea un tanto mística, y acá hago particular lectura, sin imponer la visión y abierto a la posibilidad de que esté incurriendo en el error, se encuentra a Sallinger, que con “Franny and Zooey”, hace uso de la realidad cotidiana de una curiosa, pero al parecer, típica familia norteamericana (Es la historia de tres hermanos, principalmente) para narrar la batalla, quizás la propia gran batalla de Sallinger, contra el Ego. No es claro si el libro presenta la consecución de la “Liberación del Ego”, como un objetivo de trascendencia espiritual, o como un hermoso y originalísimo objetivo al cual puede aspirar el ser humano como, aquel común y corriente, que es vapuleado por la vida, con un énfasis especial en aquellos que no quieren negarse tomar conciencia de la realidad que se nos escapa eternamente. En ese sentido “Franny and Zooey” viene hacer el complemento de un argumento que deambuló brevemente en otro de sus libros, y que dio título a “El guardián entre el Centeno”. Cuando la pequeña hermanita del protagonista le interroga respecto de las intenciones que éste tenía con su vida, él le replica evocando una imagen muy conceptual. Contesta describiendo un gran rectángulo, cubierto de algo así como paja o centeno, que constituye el borde de un gran precipicio. Sobre el centeno, juegan muchos niños, diferentes, corren riesgo de caer. Entonces le explica a su pequeña colorina hermanita, que él aspira a ser nada más y nada menos que el guardián, aquel que vigile que ningún muchacho se caiga. Si cada muchacho jugando representa un deseo, una idea, un sueño o ideal, distintos entre sí, entonces el joven protagonista se transforma en el concepto mismo de la entrega hacia los demás. Mientras el resto está preocupado de sus choques, y juegos, siendo reconocidos por sus pares sobre la paja, el joven protagonista aspira nada más que a preservar la vida, lo justo y lo suficiente, adiós al ego.

Al parecer esto se ha extendido demasiado, quizás prosiga con las demás palabras y libros en otra entrega, gracias por leer a Bob.

05 diciembre 2005

La historia que no vale la pena contar

Se estaba yendo para su casa, luego de la juerga de turno, los personajes de siempre, las conversaciones adecuadas. Una vez más todo había salido como correspondía y ahora era tiempo de ir a casa, donde nunca quería llegar. Pero siempre llegaba, y se desquitaba de esa llamada desdicha con todos los que vivían allí, incluida su madre, quien le cuidaba como único primogénito; incluso con Oso, el perro, que solo movía la cola cuando él se acercaba. Entraba a su pieza con unas ganas tremendas de encontrar algo que reprocharle a cualquiera, y todas eran excusas: un ligero desorden, algún mandato no cumplido, etcétera, el estallaría en gritos y no había mucho que hacer. Al menos ya era demasiado tarde.

Según la madre, tantos años de salir-a-tomar-con-los-cabros le había hecho mal para su actitud. Recuerda que antes de él salir de cuarto medio, era lo más sano que se podía pedir; de hecho, ni siquiera había probado el alcohol. Una vez que comenzó a salir a hacer una vida en un universo algo más abierto a sus deseos, sucumbió su espíritu dadivoso y maleable: una frase dicha con la suficiente convicción, por cualquiera, era tomada como hecho, y así muchos charlatanes fueron formando las costumbres del muchacho. La ternura era tabú, la rudeza, símbolo de virilidad. Tuvo mala suerte, habrá que decir, este cabro; no todos los caminos vacilantes, aunque una gran mayoría, llegan a estos lares.

La evolución es clara, las estadías en casa significaban para él, el único lugar disponible para dormir, y la hostilidad adquirida al haber sido acostumbrado de tan vagas, pero poderosas y funcionales costumbres, era cada vez más impenetrable. La madre hizo lo posible, aunque ella piense lo contrario. Ante una persona tan poco definida, con tantas culpas acumuladas, los caminos se pueden bifurcar de muy distinta manera, y esas culpas iban directamente al padre, y a la madre, y a los hermanos, en fin. No había culpa en ser como él era, sin embargo, no había posibilidad de ser como él era, en ninguna parte con algo de sociedad. El abuelo solía darles coraje a los padres para que le dieran una paliza a su debido tiempo, un gran y vistoso golpe de sociabilidad, una manera de convertir ese poderoso orgullo que tanto lo alejaba de la familia, en un valor algo más colectivo. Había amor en su severidad, quizás demasiado escondido para que sus padres se dieran cuenta.

Mala suerte, tuvo el muchacho, pues necesitaba del amor a la fuerza de sus padres, de los cuales perdió la mitad en un incidente muy confuso para su entendimiento, de donde se perdió cualquier atisbo de cariño en él. “Lo perdimos”, pensaban al verlo, ojos siempre esquivos. Fueron compensadas las horas de angustia con horas de inconsciencia, aceptaba todos los ofrecimientos, era su puerta de escape. Su madre nunca desistiría en sus intenciones de acercase a su corazón, a hacerlo sentir en casa, pero ya no había caso. Su amor era tierno y acogedor, pero no podría hacer mella en él hasta muchos años después.

La historia que te contó a ti fue que salieron a carretear a Donde Tomás, que se habían tomado unas 15 chelas entre tres, que todos los miraban porque tenían la mesa llena de botellas, y que después de salir, el Charly se quedó dormido en el paradero y él no se acordaba como había llegado a su casa… y siempre te lo contaba entre risas.