21 febrero 2006

SUCEDÁNEO

Todo está viciado y debo saber encontrar un nuevo aire. Esta micro, llena de gente, es el lugar preciso para estar mejor. La forma en que le grité, cómo golpeé la mesa, esa imagen que no me abandona, esa imagen en donde ambos salíamos disparados por la ventana, y sonreíamos en el aire. Cómo puedo pensar tan mal acerca de él, como puedo tener en mí tan baja estima, qué clase de entierro es este, dónde está el ataúd, donde están los que me lloran, por favor, que se siga el conducto regular y que este funeral no se disfrace en amigos que se van, y estudios que fracasan, y en sombras que me gritan cuan mal está el prójimo, yo quiero morir en un entierro con pompa, aunque sea fúnebre, pero esta vida que llevo no es pompa, es bomba, estorba y deforma el resto y al resto, desdibuja la belleza intrínseca del nacer, por que yo creo en el nacer, por que yo creo en la vida, no en la mía, pero creo. Cuando el sonsonete de la micro me parece como una sinfonía refinada, realzada por los acordes de las conversaciones de los pasajeros, el conductor mueve su mano y gira la perilla con la diligencia de un arqueólogo en Sacsahuamán, veinte pestañeos míos y la radio se prende, y comienza a sonar “Nothing compairs to you” o algo así. Entonces digo que es el momento de concentrarme, y aprovechar la media hora de viaje restante, en ordenar mis ideas, para no cometer los mismos errores, etc. Entonces la canción no me permite pensar claro, y vislumbro certezas, que en realidad son pensamientos, y digo que es una señal y que me puedo redimir, y que en realidad nadie se compara conmigo, así como nada se compara con ninguna persona, y pensar que tenemos todos tal dignidad es gratificante, y cambia la perspectiva. Cambia la velocidad de la micro, por que el conductor se desvía por una calle ajena al recorrido, yo lo noto y me quedo sentado, por que es razonable aún, quinientos metros más adelante, es razonable levantarse con cara de enojo e ir hacia delante, pero mejor es seguir con sigilo a un grandote de rostro adusto y vulgar, que cada cierto tiempo dejaba su libro a la vista para sentirse mejor pasajero, un libro sobre vida animal en Costa Rica, y la selva de la portada estaba realmente húmeda con todo el sudor de sus manos, arreciaba la humedad en su rostro, me pareció correcto seguirlo, si él fallaba con sus recriminaciones, lo intentaría yo en seguida. De súbito el conductor, de apariencia agradable y sincera, se bajó de la micro, aduciendo que tenía miedo, que estaba cansado y que su casa estaba cerca, ni el grandote ni yo, con una misteriosa compasión, quisimos hacer eco de tamaña estupidez, para con los demás pasajeros, supongo que se quedaron calmos al pensar que iba por ayuda, no a su casa presa del pánico. Podía caminar, unos cuarenta minutos me separaban de mi hogar, el que será centro neurálgico de mi nueva vida, de las curaciones del alma que mi esposa y mis hijos y mis libros y mis voluntades y mi Dios ejecutarán en mí. Tomé el cigarro que se asomaba por la cajetilla del grandote sudoroso, un poco más a la izquierda de un raído lápiz Parker, y bueno, me bajé de la micro.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Hola, debo confesar que para mi es un gusto leerlos, siempre espero algun mail vuestro en gmail, pero hay un cierto problema... la pucha... aunque no se hasta que punto lo es... pero para mi lo es... de pronto se han vuelto triste y me entristece aun mas leerlos... como que me gustaria mostrarles que la vida no es tan asi... que sus ojos estan nublados por sus propias lagrimas y encierro... como que creo que seria bueno samarrearlos solo pa que me den el gusto de su alegria en las letras que leo. Y tengo plena confianza, quiero decirlo, que en lo cotidiano se ama, no necesito lo sublime para poder amar toda mi vida y que en ese amor puedo encontrar mi vuelta a mi vida, que ese amor es lo unico concreto que puedo encontrar.