27 noviembre 2005

Reclusión

El maestro Sémpulo pone como primera condición el que ambos estemos dentro de la antigua sala de edición, durante a lo menos cinco días, escribiendo con vehemencia, no hay temas en específico, no hay límites, sólo escribir y escribir, durmiendo lo menos posible (eso queda a nuestro criterio) y comiendo las raciones que el mismo maestro nos va a destinar. Estaremos uno frente al otro, tú mirarás a través de la ventana, la colina del verde más intenso, y te distraerán las diligencias que por ésta época traerán los jabones y menjunjes desde la ciudad, yo en tanto, estaré algo distraído por el fogón que se mantendrá encendido para hacer la tarea más compleja, así lo dispuso Sémpulo. El plazo consta de una cota mínima, pero según el maestro, no es necesario especificar hasta donde llegará todo. Por momentos siento un gran tedio respecto a esto, pero es más fuerte la convicción. Si tú no aceptas, esto no se hará, así que espero tu respuesta mañana. La Monta Gaborna se guarde en tu lecho para que la gran mente limpie tu sueño del hastío, de la pena y muerte que es ser el que no quieres ser.

Bien muchachos, sean dignos de la decisión que los trajo hasta acá y culminen la empresa. Si no tienen inconveniente, pueden empezar, yo me retiro. Los veo en un par de días.

Ahora iré a meditar, Sémpulo, tienes un gran nombre forjado entre los sabios, pero hasta el más idiota podría comprender el inmenso trabajo que cuesta ser un maestro, lo que nunca comprenderá es el inmenso esplendor que se vislumbra al estar en este estado. Pero ya basta de autocomplacencia, lo mejor será comenzar de inmediato a depurar las iras, ¡cómo se reproduce la ira!, es una generación espontánea, justo como los hombres de ciencia dicen que nacen las bacterias. Concentración, respira, bah, olvidé esa técnica. Estoy preocupado por los muchachos, ¿habré actuado bien al someterlos a una prueba de cuya utilidad y validez no estoy seguro?, claro que sí, no te dejes confundir, ya viste el por qué de ese acto, surgido desde el profundo hálito de la historia que se guarda en ti y todo hombre. Es imposible concentrarse así, lo mejor será vigilar sus palabras, no sea que digan “daga” y surja la daga.

Haber, comencemos por Alberto: “Estado, ni quieras esconderte de mí, con acero hirviendo soldaré las manos que nieguen la justicia, y ustedes, gente limpia y culta, son la injusta escolta del tirano, a quien ya soldé las manos de tanto clamor que tengo”. Creo que Alberto continuará esa ficción por un buen tiempo, y el tono se irá poniendo grosero, pero la muerte no rondará, pues en el centro de cada palabra existirá la gracia. Puedo quedarme más tranquilo.

Y Diego, qué estará anotando: “Tres velas, cuatro tasas, cinco cuchillos, es todo lo que lleva, pero es peligroso por que se le pueden caer todas esas cosas, o peor aún, puede caer sobre las cosas”. Está tratando de concentrarse, no le hace bien la falta de sueño, probablemente luego de un descanso recuperará la senda correcta, forjada de ladrillo indisoluble, y creará pequeñas e insignificantes figuras, quizás apenas forme una columna de tres ladrillos, pero será su columna.



Han pasado tres días y Diego escribe sobre crímenes cometidos en una gran ciudad, está tan embebido que sus ojos ya no son los de un simple narrador, sino que también los de un criminal, y son realmente de un malvado. Si Alberto llegara a cruzar miradas con Diego ahora mismo sería pavoroso, ojalá Alberto hubiera cambiado el tema, pero sigue siendo el ajusticiar impíos su principal narración, los ojos de un asesino y los ojos del que condena a muerte, se pueden cruzar, me temo que es inevitable que se crucen, si es que ya no lo han hecho. Qué inmensa angustia, ambos son tan buenos y puros, pero son humanos, qué gran irresponsabilidad la mía, ¡estoy generando una tragedia!. Alberto: “ …y ya no importa el temor individual, ahora es tiempo de sentir con los sentidos del cuerpo social, ese que tiene una gran espada tangible y espiritual, esa misma es la que se blandirá en tu cuerpo cerdo asesino, ya casi siento que tu sangre es agua que purga el enaltecido cuerpo social..Oh, cuerpo social, te amo”. Es tremendo, estoy percibiendo una infinita tensión en Alberto, estará quizás ajusticiando a su propio amigo, creyendo que es lo justo, confundido entre la realidad o la narración, no me lo perdonaría. Quizás es sólo un temor infundado, probablemente no tan infundado si llegaran al décimo día.

Diego: “Marca tu posición en el terreno de juego, eres pequeño, pero hábil, inteligente como ningún otro, tienes la fineza de Rubio, ¿te acuerdas cómo terminó ese tipo?, primero un don nadie, luego un Dios del fútbol, el futuro de tu país pende de un hilo, y de ti, rechaza la tristeza, la desazón”. Diego está ocupando palabras extrañas, afortunadamente sigue vivo y ha cambiado de tema, quien sabe en qué recoveco de su propio presente eterno está habitando. Siento alivio, ahora estoy pensando que una posibilidad que vislumbré tiempo atrás será la que se cumpla cuando todo esté consumado.

Diego: “Un ser lánguido y de apariencia sincera crea una historia que contiene mi impronta de manera perturbadora, casi podría decir que él mismo es quien narra lo que yo escribo, tal vez es el creador de”
Alberto:” esta historia, y siento que no puedo escribir otra historia más que ésta, por más que sueño personajes, conflictos, o quiera describir ciertas maravillas…”
Diego: “de la vida, no puedo. Siento que esta historia la escribo pero que no es nueva, me es imposible ya mirar a.., extraño no encuentro las palabras para llamar por su nombre al tipo que tengo enfrente, extrañamente cobro conciencia de su presencia ahora, y no me produce empatía de ningún tipo, apenas cobra sentido”
Alberto: “el razonar sobre esto, de alguna extraña manera me invade la tristeza, no, más bien es espanto, me desdibujo, y toda mi identidad está volcada al papel, soy lo que escribo. No he mencionado un hecho terrorífico”
Diego:” un hecho que me tiene intrincado hasta la médula, y es que mi voluntad, esa que se expandió al paso de las horas, existe, pero tiene tiempos secuenciales, siento como si al tiempo en que yo existo excluyera el Ser de algún otro, como si mi narración no fuera sincrónica, sin embargo, la siento fundamental para que suceda lo que libremente surja, soy pasado fundamental para un futuro que no necesariamente pertenecerá a lo que yo narre, está tan atado el futuro a mí como yo a él, una historia tan enorme que la construyo al mismo tiempo que ella se auto construye”
Alberto: “Tengo un cuadro hermoso a mi lado, trato de inventar otro escenario, pero de mi mano sólo surge la verdad ineludible, mi cuerpo está exhausto, y no podría poner un adjetivo diferente, pues está exhausto, y siento la obligación de aclarar que necesito detener esta vorágine, por más que traté de evitar el que se aclare el hecho de que estoy exhausto no puedo hacerlo”
Diego:”es imposible que culmine esta historia, no está en mí el hacerlo, quien escribió la inverosímil situación de dos tipos escribiendo como locos”
Alberto: “está pensando, en estos momentos, que los protagonistas deben guardar profundo silencio, por que ese es la única razón de un final, no es la intención de acabar una determinada historia, sino la condición natural de volver al silencio”
Alberto: “en algo más de tres líneas desataré el silencio de mi historia, no sin antes mencionar de que a quien describo como el creador de esta historia, probablemente esté siendo acallado por una narración ajena a él, como una nueva medida de piedad por parte de quien o qué esté tras de su escritura, que ya también es nuestra”

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