10 marzo 2006

Surge una brisa.

Si el señor Dolor se queda a cenar, prefiero que se digne a comer con sus dos manos, y suelte a mi Calma de su delicado cuello. Para cuando acabe su plato, espero que repare, en lo herido, y en lo rojo que fabricaron sus manos. Sería mucho esperar arrepentimiento del señor dolor, a lo sumo me conformo con que, al ver mi vapuleada calma, diga: ¡Qué fea está! , ¡Tan mal la dejé, que no la ataré más!

Luego, no es deseable que el señor Dolor camine por cualquier parte de mi ser, es muy deseable que, aun pisando mis jardines, se congracie con no visitar mi templo, ese constructo enorme que siempre ha vivido en mi pecho.

Si el señor Dolor ha cumplido ya su labor (añoremos que tenga alguna utilidad), bien puede irse lejos, con gusto le asignaré un reluciente ejemplar de un Código de Conducta que para entonces ya le habré terminado de confeccionar, así cuando me abandone, e infecte otros mares, podremos esperar una conducta más indulgente y civilizada. Habrá para él, tal como en ciertos países, un “Estado de Derecho”. Esperemos que este “Sufrimiento en Derecho”, acerquen al conflictivo y tantas veces díscolo señor Dolor, a ese camino de compasión que cada una de sus victimas desea, y deseamos. Si esto no sirve, lo aceptaremos con él, es decir, “con Dolor”.

Debo reconocer, con dolor, que es difícil librarse del señor Dolor, pero a usted señor Dolor, sí, a usted le digo con alegría (Una gran tipa): su sentencia de muerte está ya dictada, por la máxima autoridad. Bien puedo decir, aunque usted y su olor estén aquí, que lo considero derrotado, muerto.

1 comentario:

Anónimo dijo...
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