23 octubre 2005

La Saga de Vigildo (completa, y por lo tanto singular)

Vigildo desarrolló un sistema peculiar para leer cualquier lógica, los pájaros y sus danzas, la jerarquía de un hormiguero, los balbuceos de un infante que trata de comunicar algo, la discusión de las estrellas en sus movimientos descoordinados, la aparatosa maraña de nubes en invierno, etc. Para Vigildo todo es justificable. El problema está en creerle, esto por que la reproducibilidad de sus conclusiones acerca de como funciona un determinado sistema es bastante compleja, probablemente por que el método consiste en lo que comúnmente se conoce como: Meditación. Vigildo cierra sus ojos, se concentra, y comienza a escuchar el diálogo de los objetos. Una pizarrón grande y blanco que ha debido enfrentarse innumerables días a sus mirar, a su calva, su aliento, a las grandes cantidades de oxígeno que este inhala al respirar, sus bravuconadas o sus genialidades. Pizarrón que está presente en cada clase del Lunes a las ocho y treinta que Vigildo dicta en La Sorbonne, éste ha comenzado a expulsar críticas y loas a su labor de profesor, a su calidad de humano, a su inefable desatino con el cepillo de dientes quien le contó al pizarrón con qué tipo de microorganismos ha tenido que lidiar, con qué fría actitud de ira y desgano se siente tratado cada vez que Vigildo garrapatea los rastrojos de comida en su cavidad bucal. Y es que la boca le cuenta las verdaderas intenciones de Vigildo, y la boca censa la situación a través de los dientes quienes están en íntima asociación con el agudo esmalte quien es finalmente el verdadero soplón.

Tomaba notas con vehemencia, poco trabajo le costó sacarse de encima los prejuicios del nulo rigor científico con que llevaba estas observaciones. Para lo poco que van a servir, me importa un bledo, decía….

Vamos Vigildo, lávate la boca con bicarbonato de sodio, dale una buena lección a ese esmalte, le grita una glándula sebácea, y no es de despreciar tan conspicua y evolucionada opinión. La glándula sebácea tiene un complejo sistema de senaduría, en donde cada célula secretora tiene algo que decir, si acercamos nuestro oído lo suficiente, podremos escuchar los vítores de los detractores; los aplausos de quienes consiguieron el quórum, o bien, la terrible respiración de los dictadores en potencia. Las glándulas sebáceas son ciudades-estado, y tristemente suelen caer en guerras civiles que terminan por colapsarlas, aparecen las espinillas. Ni Vigildo, ni yo, ni nadie está en propiedad de despreciar a las espinillas, hay dos teorías creíbles y diametralmente opuestas que impiden al hombre respetuoso y atento tomar partido. La primera nos lleva hacia el rechazo de las espinillas, puesto que ellas serían el resabio sanguinario de una invasión injusta (bacterias). La otra visión es la que nos hace colegir que las espinillas son el próximo estadio de la interacción corporal, siendo ésta una fase revolucionaria y transitoria para una mejora definitiva.

Así el tipo seguía con su vida habitual, tratando de compaginar tanta información. Vigildo era un tipo cascarrabias, pero nadie amaba más que él la vida y sus fenómenos. Nada lo sorprendía de manera negativa, en teoría, nada lo deprimía, nada podría abatir su ánimo de eterno investigador. He de decir que estaba enamorado profundamente de una mujer, y este es un punto sensible, por estar enamorado tenía miedo.

Vigildo comienza a oír el grito de la materia, toda la materia, las abundantes arenas del Gobi se comienzan a quejar contra el Sol, y el Sol se queja contra el reflejo del agua a quien su ira no alcanza a evaporar, por que la Tierra, quien es su supuesta aliada, la hace mover constantemente. La tierra se mueve por una mala decisión de la Luna, mala decisión para el Sol. Las murallas de Estambul le gritan por muertos que no han sido encontrados, al igual que en Argentina se oye el clamor de animales que son maltratados, y en Chile uff, qué terrible, cómo se quejan sus calles de tan horrorosa arquitectura, como envidian a las de Europa que pueden preciarse de un ornato a toda prueba, en tanto estas ríen de la inocencia de Chile por que no saben que acá ha corrido tanta o más sangre que en la segunda guerra mundial. Y los polvos de las habitaciones, cómo gritan, de cuántas cosas no han sido testigos. A ellos se les oculta y sólo en casas abandonadas suelen estar libres, allí se ponen a pensar que la única orden que se les da ya se les ha dado. Los granos de polvo de la casa roja del pasaje Yelcho, tienen la teoría de que ellos se parecen al universo en sus estado puro y abstracto, esto por que sólo se les gobierna con una sola orden, o fuerza inicial en el principio de los tiempos, de ahí en lo sucesivo solamente son. De qué se precian, dice briosa la aspiradora azul k-55, todos somos eternos en algún instante. Soy el cuerpo de Vigildo, puta que soy hediondo.

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