26 junio 2005

The Death Smells Like A Woman

A pesar de que tanto caminar ha desgastado un poco mis zapatos, y de paso, mis pulmones, cuido de llevar mi traje lo mas lustroso posible, después de todo, sigo siendo un caballero.

La vida, ay la vida me ha tratado bien, me entregó un buena familia, una posición social, tenia auto y un futuro, muchos amigos (creo) y un pato. Recibí una educación privilegiada, estudié en Harvard desde los
21, me recibí con honores y un birrete.

En mi animo de entender, me embarqué en estudios sociales, luego de terminar mis estudios de postgrado, de lo que guardo solo buenos recuerdos. Fue en una de esas salidas donde la conocí, y quise especializarme en ella, aprovechar mi juventud, en esos años de mozos 24.

La perseguí días y noches, de una manera un tanto extravagante, mi amable familia quiso internarme, decían que todo eso no era normal, que pensara en mis hijos y en mis abuelos, en mi pato, o mi birrete. Nunca entendieron, un hombre debe hacer lo que debe hacer, sobre todo si se encuentra con su destino, tan de cerca y en la cara.




Sobre ella, que puedo decir, la encontré consolando a un mendigo, que una noche de invierno no tuvo donde guarecerse de la lluvia y las bajas temperaturas. Ahora que lo pienso, ella siempre había estado allí, cuando niño quizás nunca la vislumbre, era lejana creo, mas allí, con el vagabundo, pude verla a los ojos, tan de cerca que congelo hasta mis sueños, tan enajenante como la vida misma, tan grande que ahora la define, para mi.
Su aparición produjo un quiebre en mi vida, perdí el auto, los amigos el birrete y el pato, mi familia sigue siendo buena, pero ya no es mía, aun tengo una posición social, la última, según el censo.

Ahora, estoy viejo y cansado, las cosas se sinceraron con ella y esta a mi lado esperándome, la alcance mientras me alcanzaba. Ahora mi traje ya no esta tan lustroso, mis zapatos se gastaron completamente, al igual que mis pulmones. La vida en la calle es dura, mucho para mis treinta pesados años.

Por última vez, camino sobre la hierba temprano por la mañana, esta se defiende con pequeñas gotitas que mojan mi calzado matutino, mis pies descalzos y entumecidos, que enferman mi cuerpo por última vez, mientras muero en sus cálidos brazos, en una escena no tan extraña para mi...


No hay comentarios.: