07 septiembre 2006

El Prado

En medio del prado camina seguro el protagonista. Se alternan en él, la felicidad y la preocupación. Que vendría a ser lo mismo que, la soltura, y el amarre. Amarre que surge dada la complejidad y cantidad de los fenómenos que lo rodean, es decir, puede tratar de no pisar insectos mientras camina, pero no puede cerciorarse de que realmente no haya aplastado a ninguno. Si el individuo desea no ensuciarse mientras transita el camino de tierra, tampoco lo logrará. En fin, cada cosa que el tipo quiera obtener, le generará una tensión, puesto que no la logrará exactamente como la deseó, no la logrará, o bien, de llegar a conseguirla, tendrá que comprobarlo, tarea que se vuelve frecuentemente imposible. Lo que el tipo puede hacer es creer que logró no ensuciarse, sobre todo si al llegar a su casa, su esposa le dice: “Estás limpio”. La depredación de la naturaleza es, en mayor o menor medida, innata al estar vivo, pero el tipo puede estar cierto de que no es asesino gracias a que su esposa también está de acuerdo. En estricto rigor, nadie nos puede demostrar que nuestras certezas no son más que una necesidad inventada por nosotros, dado nuestro entorno social y historia de vida. Esto le plantea al hombre que camina, la constante contradicción de su método racional, puesto que finalmente hace cosas de las que no está seguro. ¿Cómo puede caminar seguro? Su seguridad no debiera provenir de la razón genuina. Es decir, un siquiatra podría ayudarlo a engañarse con conclusiones aparentemente bien fundamentadas para calmar su angustia, pero dada la imposibilidad racional de estar seguro, el tipo necesariamente comienza a pasarle el trabajo a su inconsciente, o al historial genético que posee como especie humana, fuera de la razón. Así las cosas, su seguridad se basa netamente en el desprenderse de la razón, y luego, desprenderse de las imágenes o ideas que le impiden ser feliz. La felicidad es un término en extremo impreciso, sujeto al cuestionamiento de incluso quien dice experimentarla. Esto último no implica que el estado de felicidad no exista realmente, sino que quien la experimenta no puede tomar conciencia racional de su plenitud sin antes sentirse algo inquieto, y es que en la razón no hay certezas profundamente fundamentadas. Es por esto que la felicidad, como estado encomiable de total aceptación o superación de los sufrimientos cotidianos, está en un plano distinto de la razón, o mejor dicho, es un conjunto más grande que ésta, pudiendo prescindir de ésta.

Si el ser que camina en un sendero puede ser feliz, es por que sabe que no va a morir, premisa que sólo cobra sentido, aplicando la certeza de un ente trascendente. El único interés por librarse de la muerte como una consecución de la felicidad, presenta un destino sin ninguna reprensión hacia el egoísmo, a menos que la definición de vida que se busca perpetuar, sí contemple una determinada conducta para con los demás. La proyección de las conductas humanas a tiempo infinito, se hace inviable racionalmente, puesto que muchas de ellas, sino todas, están sujetas a la finitud de la existencia. Surge el problema de que no parece haber ningún análisis que resista la justificación implacable de una determinada moral de vida a seguir. La moral que la naturaleza puede enseñarnos en su conjunto, parece estar en completa pugna con la existencia de las sociedades modernas organizadas, y aunque la humanidad fuera sólo una simple comunidad silvestre, la vida humana, ante los valores que han surgido con su interacción histórica, parecería demasiado inhumana. Con este escenario podemos ver que la razón nos lleva a poner en un mismo nivel de jerarquía varias y contradictorias apreciaciones. Entonces podemos comenzar a postular teorías, como intentando que una huela a verdadera. Ciertamente la certidumbre de Dios, específicamente la de Jesús, es una que llama y conmueve. Yo creo que camino seguro por el sendero por que toda mi vida tiene que ser como la de Jesús, y tengo la certeza de que así es la realidad. Ahora, todo el cuento anterior, es la máxima justificación racional, para esta conducta, que este caminante puede vislumbrar, en el prado y más allá.

1 comentario:

Anónimo dijo...

"nuestras certezas no son más que una necesidad inventada por nosotros" ... suena bien pero me parece algo mas optimista, E IDEALISTA PERO QUE CONMUEVE, que aveces las certezas van algo mas alla de nuestra racionalidad... como que estaria en el aire que respiramos y que no necesariamente es parte de nuestra necesidad por creer en esa certeza, un ejemplo a esto es 9767... verdad?