04 marzo 2007

Dos muñecas para Pascua

"Pocos son entre los hombres los que llegan a la otra orilla; la mayor parte corre de arriba a abajo en estas playas."

Siempre trato de explicar porque hago tales o cuales cosas, a veces dejaba pasar las micros sin motivo, me quedaba mirando la gente esperar su transporte a casa con cara de "quiero un te" o "como estará mi marido". Antes, después de un día de lluvia todo brillaba, el olor a tierra me estimulaba, sentía el correr de la vida, un soplo. Los niños eran fuente de alegría y la primavera de esperanza, todas esas pajas cursis que uno vive cuando hay algo dentro, algo mas que este cuerpo hediondo que usa este espacio, sin sentido aparente. La realidad me golpeó, ya no me acuerdo cuando, una tarde, caminando por este barrio de mierda, supe que mi padre había muerto, de una bala perdida, en un tiroteo de narcos.
En realidad siempre me sentí solo, él era mi única real conección con el mundo, ya estaba un viejo, no lo suficiente, pero debía ayudarlo en algunas tareas del hogar, los únicos momentos al mirar atrás que conservo con algo de cariño.
Podría decir que mi tarea en la vida ha sido solo una, el escapar del dolor, que es como un lunar grande, en el pecho, un lunar negro con pelos rizados y grasosos, del que no puedo escapar, salvo por momentos.
Lo poco que ganaba recogiendo las latas, lo ahorraba para un carro nuevo, donde ampliar mi rubro a los papeles y cartones. Claro el trabajo dignifica al hombre, pero nunca es suficiente, y una cajita de vino ayuda bastante, aunque no me dignifica tanto, me ayudaba a pasar las frías mañanas, y llenaba este vacío, con lo que casi el lunar desaparecía, un momento, haciéndose pequeñiito, y se parecia casi a una peca en los mejores momentos.
Pero luego de un tiempo, el lunar se puso morado, y ya era resistente al vino y a toda clase de licores fuertes, el universo giraba en torno a mi, con sus grandes pepas mirándome, cual faroles naranjas, en los peores momentos, el lunar era tan grande como el mismo universo, y tapaba los faroles. Nunca entendí como los demás podían soportar cada día, por un lado estaba la soledad estentórea, esa de la que todos luchan en algún sentido, y por otro lado estaba la desdicha profunda de saber que la vida no va para ninguna parte, y la gente se agrupa en torno a su amor propio, y se casan y conviven en torno al fueguito del amor propio, y dicen amar porque se hacen felices, llenando el globito de amor propio, sacando sus títulos y sus carreras, llenando el carro con sus mercaderías de amor propio, yo veo como crece su lunarcito de egoísmo, tapando el lunar del dolor, alisando sus pelitos, secando la grasita.
El amar se perdió en una de las vueltas de ciclo directo al sol, yo creo que cuando murio mi madre. Claro la actitud de madre es la mas cercana, sufren dolor para dar vida, pero la concepción igual es a través del líquido sexo, coronado por el placer, llenando de semen la vagina del amor propio.
Recuerdo que mi madre me enseño algo de religión, del dios de los cielos, y el hijo venido a tierra, de amar al prójimo como a uno mismo, ese Dios era inteligente, suponiendo que exista o existió, sabia que los humanos aman en base al amor propio, y el primer paso para el amor de las familias de mantequilla en los reclames, es el cuchillo rascando la manteca del egoísmo.
Preferí salir de esas vueltas de tuerca, y soportar el dolor, negandome a los analgésicos que me ofrecía la vida, pero pasó lo peor, lo que me tiene aqui escribiendo, el egoísta amor guiño su par de ojos, y el lunar era casi un punto negro. Se llamaba María José, y era preciosa, como todas las María José.
Una vez cuando pequeño, me hablaron de Jesús, y su inmolación por la humanidad. Si el dolor ha de salvar, ofrezco mi lunar entero, que ahora casi desaparece, al igual que mi vida en estos ríos de sangre de mis muñecas, por primera vez soy feliz, y es tiempo entonces de marchar, en este acto que salvara a la humanidad del egoísmo,

soy el cordero de la nueva pascua...

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